En busca de los 1.808 metros de la cima de El Yelmo
Hacía un mes que nos habíamos ido a hacer la The Silent Route y, por lo visto, no habíamos pasado el frío suficiente y decidimos que, pasado Reyes, habría que salir otra vez por si hiciese algo más de calorcito esos días 🙂
La idea, como ya hiciese unos meses atrás con Joaquín donde recorrimos la Sierra del Segura, era llevar a Pedro y a Enrique a ver El Yelmo.
Situado en el término municipal de Segura de la Sierra, El Yelmo es uno de los montes más emblemáticos del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas. Sus 1808 metros de altura y su posición central respecto a la comarca hacen que desde la cima podamos disfrutar de unas espectaculares vistas, llegando a divisar zonas de Albacete, Ciudad Real o Granada.
Dicho lo cual y para estrenar el año nos pertrechamos para el frío que posiblemente haría y nos pusimos en marcha.
La ruta
Como siempre, quedamos temprano en el Restaurante Garcerán, café, depósitos llenos y carretera y manta. Hacía fresquete y es que en pleno mes de enero por esta zona hace frío. De hecho en nuestra zona sólo hace frío en enero y febrero, para lo bueno y lo malo, porque hay meses de insufrible calor.
El primer tramo del camino era autovía por lo que no hay nada destacable que contar, sólo que a la altura de Bullas la temperatura estaba descendiendo más de lo esperado y tuvimos que parar en la gasolinera a pertrecharnos un poco y a tomar otro café caliente.
Seguimos nuestro camino dirección a La Puebla de Don Fabrique y a unos kilómetros antes de llegar la temperatura seguía bajando, íbamos por 1º y a lo lejos se veía La Puebla de Don Fabrique cubierta por unas nubes feas de cojones. O nos llovía, otra vez, o allí haría más frío aún.
Paramos en el primer sitio que pudimos y nos pertrechamos aún más por si las moscas, otra capita y el traje de agua, lo que viene siendo ir embuchado en la moto.
Continuamos a ver que nos iba a deparar el trayecto y, efectivamente, entrando a la Puebla de Don Fabrique la niebla y la humedad hicieron acto de presencia. Era temprano aún y la temperatura se nos vino abajo de golpe, -3º, lo que viene siendo “suputamadre que frío, quién me manda salir en moto hoy” jejeje.
Bueno, ya sabemos que a los moteros nos gusta pasarlas canutas en la moto con tal de descubrir parajes que, en la mayoría de los casos, con el coche no los verías.
Yo me metí a callejear por el pueblo buscando desesperadamente un bar donde parar a desayunar pero aquello, a aquella hora, estaba más muerto que na y Pedro me animó a que continuásemos unos kilómetros más a ver si, mientras, salía el sol y escampaba el frío así que continuamos hasta Santiago de la Espada. Serían cerca las 11:00 de la mañana y en esa zona las nubes y la niebla se habían quedado atrás, el sol empezaba a calentar y el frío se nos estaba pasando pero nos faltaba calentarnos por dentro, que era más importante.
Paramos en la gasolinera al entrar al pueblo a repostar y preguntamos al paisano donde podríamos almorzar por allí. Nos dijo ¡aquí mismo! una miaja más adelante tenéis el bar. Dicho y hecho, paramos en el bar La Avenida donde nos zascamos un almuerzo de aupa con un vino de la tierra para calentarnos.
Con el cuerpo caliente y el ánimo arriba, el frío nos lo había quitado todo, ahora sí que estábamos preparados para seguir haciendo kilómetros.
Unos 40km nos separaban de El Yelmo recorridos por la Sierra del Segura. El paisaje se empezaba a disfrutar y enseguida empezamos el ascenso hasta El Yelmo, hasta sus 1.808 metros que se dejan coronar fácilmente.
El Yelmo
Allí paramos un ratito a contemplar el paisaje. Por desgracia algunas nubes impedían contemplar más allá de lo que se divisa en este lugar en un día completamente despejado pero, aún así, mereció la pena la subida. Desde lo alto se contempla perfectamente el Pantano de El Tranco.
Al fondo de las tres motos se observa un refugio de montaña donde, ante un aprieto, podrás pasar la noche sin ningún problema. A la izquierda de las motos, y un poco más arriba, nos encontramos con el vértice geodésico que marca el punto más alto de toda la zona.
En esta zona predominan tres colores: el azul del cielo (casi siempre despejado) y del agua del Pantano de El Tranco; el verde de la multitud de pinares que sustentan y filtran el oxígeno de la zona, purificando el aire, y el gris de las diversas masas rocosas. Un lugar idóneo si pretendes alejarte unas horas de la civilización y disfrutar de un remanso de paz.
Tras hacer cumbre tocaba bajarla y continuar nuestra ruta dirección norte hasta Siles por la carretera JF-7016. Este tramo se disfruta muchísimo y además recomiendo recorrerlo en ambos sentidos. En el que íbamos este día dejábamos El Yelmo a nuestras espaldas pero merece la pena pararse a contemplarlo desde el punto dónde echamos la siguiente foto porque te permite ver lo escarpada de la ladera Este del monte, que es impresionante.
Pasado este punto empezamos a recorrer una carretera más estrecha y cubierta de vegetación muy frondosa hasta Siles. Es un tramo para disfrutarlo.
Llegados a Siles y tras una pequeña parada para vaciar líquidos continuamos hasta Riópar donde echaríamos gasolina y, como habíamos almorzado tarde y contundente, decidimos continuar hasta Elche de la Sierra donde sí que paramos a tomar una comida-merienda para recomponernos de nuevo.
Este trazado ya lo he comentado más de una vez en este blog, es típico de carretera hermosa de dos carriles bien asfaltados llenos de curvas donde algún zumbado, muchos de los que la recorren los fines de semana, se puede estampar porque la toman como un circuito de velocidad.
La parte interesante de la ruta de hoy ya la habíamos hecho así que la vuelta desde Elche de la Sierra hasta el punto de partida poco tenía que ofrecernos. Continuamos aún algunos kilómetros por carreteras secundarias que son muy agradecidas pasando por Férez, Socovos, Calasparra y de ahí hasta incorporarnos a la autovía por la que pasamos a la mañana temprano.
Y cuando coges autovía tras un día largo de ruta ya sabes que la diversión ha terminado y que la ruta no da más de sí. Llegamos a Garcerán dónde nos despedimos como siempre y volvimos cada uno a nuestras casas.