Sombras del Sahara: Un viaje por las huellas perdidas de España – 2/10
El Aaiún
Desde la infancia, los relatos de mi padre sobre “El Aaiún” han resonado en nuestro hogar como cuentos épicos de un mundo lejano y misterioso.
El Aaiún, aquel territorio ocupado por España en el Sáhara Occidental, era un vasto desierto salpicado de acuartelamientos militares destinados a su defensa. En aquellos tiempos del servicio militar obligatorio, ser enviado a alguno de esos remotos destacamentos era el temor de todos los jóvenes reclutados, no solo por la inmensa distancia que los separaría de sus hogares, sino también por las dificultades que pasarían durante su servicio militar.
Mi padre, con apenas 21 años, tuvo la desventura de que le tocara la papeleta del Aaiún, un terreno inhóspito, árido, aislado y abrasador, azotado por los feroces vientos del Siroco. Las instalaciones militares eran austeras y el río Saguía el Hamra permanecía más seco que la mojama la mayor parte del tiempo.
Para él fue un duro golpe ser destinado a esas tierras remotas mientras amigos y familiares suyos cumplían el servicio militar en su propia región, o al menos dentro de la península. Esta experiencia marcó su vida de tal manera que El Aaiún se convirtió en una historia recurrente en nuestro hogar (las batallitas del abuelo), evocando, no solo el compañerismo entre reclutas sino las penurias que tuvo que afrontar allí. Incluso ahora, con el Alzheimer mellando su memoria, esos recuerdos lejanos del Aaiún parecen pervivir en algún rincón de su mente.
Y ese constante rumor, ese eco interminable de las vivencias de mi padre, ha sido el principal motivo que me ha impulsado a emprender este viaje: ver con mis propios ojos aquellas tierras que llevan resonando en nuestros oídos durante toda una vida ha sido como levantar el telón y descubrir que, quizás, no exageraba tanto cuando hablaba del desierto y de El Aaiún.
¿Cómo se cuajó este viaje?
Como motero apasionado, hace unos años se me presentó casi por casualidad la oportunidad de emprender un pequeño viaje al vecino país de Marruecos. Fue entonces cuando descubrí que aquel territorio estaba lejos de ser un país tercermundista, pues resultó sencillo desplazarme por todas sus regiones gracias a las buenas infraestructuras que tienen, a la vez que la abundante presencia policial que controlaba hasta el último rincón del país te brinda una sensación de seguridad tranquilizadora. A pesar de que su gente no nadaba en la abundancia, me cautivó su inmensa amabilidad, educación y hospitalidad hacia los extranjeros.
Quise repetir la experiencia al año siguiente pero el COVID nos encerró al todo el mundo y no fue hasta el año pasado cuando pude volver al país vecino, y fue entonces cuando me planteé la duda: ¿Por qué no dar un salto más allá y conocer el mítico Aaiún del que tanto había escuchado hablar en casa? Al fin y al cabo, solo se trataba de más carretera y más kilómetros a recorrer.
Así, a mi regreso de ese segundo viaje, comenzó a fraguarse esta aventura. Y mientras estudiaba la ruta hacia esa ciudad y cómo llegar a ella, yo, que fui un completo ignorante de la historia durante mi educación básica, comencé a descubrir los vestigios que los españoles dejaron a lo largo de todo el Sáhara Occidental, lo cual hizo que este viaje cobrara aún más interés, si cabe.
Teníamos entonces la motivación, el tiempo, la moto y las ganas de descubrir mundo. Pero, además, ahora contábamos con un rico trasfondo histórico que explorar.
¡Bien, pues adelante! La aventura nos aguardaba con los brazos abiertos. Siguiente capítulo…
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