Ruta Cartagena – Los Pirineos – Etapa 3
Tras haber descansado de la jornada anterior, comenzamos el tercer día de nuestro viaje, y el más esperado de todos ellos, para recorrer este pequeña zona de Los Pirineos.
La idea era hacer cumbre en míticos y conocidos puertos como Formigal, Portalet, Aubisque, Tourmalet, Aspin, Peyressoude, Portillon, finalizando esta etapa en Vielha.
Elegimos Vielha porque conservávamos un buen recuerdo del pueblo en un viaje anterior hace algunos años y queríamos volver a visitarlo.
Teníamos 261km por delante, todo el día para recorrerlos, y todas las ilusiones del mundo para disfrutar, mi mujer y yo, de este paisaje a bordo de nuestra VStrom. Nada podía salir mal……y casi nada nada salió mal 😉
Llenamos el depósito en la Repsol que hay saliendo de Sabiñánigo y comenzamos nuestra ruta dirección al interior de Los Pirineos. La temperatura era la idónea para rodar en moto en pleno agosto, unos 23º aproximadamente. La ruta empezó lenta, igual que la terminamos, porque es casi imposible no dejarse embriagar por el paisaje, por los olores y por los sonidos.
Estamos tan acostumbrados a ir enlatados, con las ventanas subidas oliendo los efluvios de todos los pasajeros del coche que, cuando subimos en la moto y circulamos con la visera del casco subida, nos damos cuenta enseguida que la naturaleza desprende unos olores que te transportan a un mundo de sentimientos. Me hace recordar mi infancia cuando íbamos con la familia al campo los fines de semana a hacer alguna paella.
Durante todo el trayecto hubieron algunas paradas pero no en todas echamos fotos pues nos dejamos llevar contemplando el paisaje ya que no siempre es fácil plasmar lo que estás viendo en una foto.
La primera parada la hicimos antes de llegar a Formigal. Es el embalse de Búbal. Unos kilómetros más adelante también pudimos contemplar el embalse de Lanuza, junto a Sallent de Gállego. Ambos embalses los encontramos con unas aguas verdeazuladas impolutas, impresionantes.
Los pueblos de alta montaña tienen su encanto particular, y para los que venimos del sur, mucho más aún. En este tramo teníamos, como hemos dicho más arriba, Sallent de Gállego y decidimos desviarnos para contemplarlo sobre la marcha. Atravesamos para ello la presa del embalse de Lanuza, lo que te deja contemplar el embalse en todo su esplendor. Entramos y salimos del pueblo sin parar pero deleitándonos la vista.
En Eaux-Bonnes hicimos nuestra primera parada para descansar un poco y tomar un tentempié. El pueblo se encuentra a los pies del pico de Ger, rodeado de un bosque de hayas y a 750m de altura.
Llevábamos unas empanadillas compradas en Sabiñánigo antes de salir por la mañana por si no encontrábamos nada en ruta donde parar, cosa improbable, pero a precavido no hay quien me gane. En el pueblo encontramos un parque precioso lleno de sombras, aunque no hacía calor, y bancos donde reposar un rato, y allí que nos quedamos unos minutos mientras tomábamos el tentempié de media mañana.
Tras descansar tocaba enfrentarse al siguiente puerto de montaña, el Col d’Aubisque.
Con una altura de 1.709m y sus innumerables curvas nos iban a deparar toda una aventura, no solo por el riesgo de la carretera en sí, que a veces se estrechaba y tenías que compartirla con el resto de vehículos y las incontables vacas que pastan a sus anchas sueltas por toda la zona, sino porque es tan grandioso el paisaje que cuesta centrarse en la propia carretera y no dejarte embriagar por el entorno.
Habíamos cumplido otro hito y tocaba enfrentarse al siguiente, aún nos quedaban muchas horas por delante y el entorno no dejaba de sorprendernos curva tras curva.
El Col du Tourmalet con sus 2.115m, nos esperaría, al igual que el d’Aubisque, con los brazos abiertos, rodeado de más montaña, más verde, más vacas, más ciclistas, más motoristas y ¿qué acompaña a los motoristas? ¡efectivamente! más curvas, muchas más curvas. El paraíso de cualquier motorista.
He de reconocer que llevando la mitad de los kilómetros, cuando coronamos el puerto, el cansancio ya iba haciendo mella en nosotros. Hay que tener en cuenta que son muchas curvas rodando en marchas bajas con la moto cargada con el equipaje, más nosotros encima, hay que hacer un gran esfuerzo y eso gasta energías.
Ya habíamos enfilado la tarde cuando partimos para el siguiente puerto de montaña, el Col d’Aspin, y con el cansancio y las horas que llevábamos sobre la moto y, viendo lo lento que habíamos subido cada uno de los puertos anteriores, empezó a calar en nosotros la preocupación de si llegaríamos a tiempo a Vielha por lo que tuvimos que apresurarnos un poco y parar con menos frecuencia para que no se nos echara el tiempo encima.
Para colmo el cielo empezó a encapotarse y aires de tormenta empezaron a acecharnos en la dirección que íbamos. Al final, nos mojamos, aunque afortunadamente poco.
Los otros dos puertos que nos quedaban, el Col del Peyresourde y el del Portillón, eran mas de lo mismo de lo que ya os he contado hasta aquí así que, a falta de fotos, podéis echarle imaginación que seguro que no os equivocáis.
Para rematar, el GPS, en este último trayecto, se empeñó en que yo debía de recorrerme uno de los pueblos por los que pasamos unas cuantas veces antes de poder salir de él y claro, como tengo el sentido de la orientación donde Cristo perdió las chanclas, si el GPS me la lía pues estoy perdido. Así que dedicamos como media hora dando tumbos por un pequeño pueblo en el que no había ni un alma al que preguntar.
Cabe destacar, si acaso, este tramo de la carretera D921 por el que atravesamos desde el Col d’Aubisque al Col du Turmalet por el que circulas a la rivera del río Gavarnie y que te dejará, otra más, de esas estampas maravillosas que tienen los Pirineos con el discurrir del agua acompañándote unos kilómetros.
Finalmente llegamos a Vielha. Otro de esos pueblos de alta montaña con encanto. El río Neire divide el pueblo en dos y le da ese frescor a pueblo del Pirineo. Merece la pena perderse por sus casco antiguo y, si bien es una zona muy turística, que en invierno ha de ponerse hasta los topes, en verano algo menos concurrida te transportará a otra época, otro siglo.
Llegamos a tiempo de guardar la moto en el parking del hotel Orla, en plena zona comercial y, tras la ducha oportuna y un pequeño paseo por el pueblo, decidimos que era el momento idóneo, tras la hazaña realizada ese mismo día, de darnos un homenaje con un buen chuletón de esas tierras regado por un buen vino dando por concluida, y muy disfrutada, la tercera etapa de nuestro viaje.
Paseando por el casco antiguo encontramos la Brasería el Raco y decidimos que ese sería el lugar adecuado para el homenaje.
La vuelta, al día siguiente, ya no tendía mucho más que ofrecernos tras recorrer esta parte de Los Pirineos, sin embargo, estábamos equivocados y aún podríamos disfrutar de algunos paisajes más.
En la siguiente etapa de este viaje te lo cuento.
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