Marruecos en moto 4/6

Marruecos en moto 4/6

La jornada del sábado nos llevaría a visitar las gargantas del Todra y Dades, ambas formaciones geológicas impresionantes, aunque la de Dades menos, no solo por su belleza natural, sino por el recorrido que nos lleva hasta ellas atravesando varios pueblos y pudiendo observar en algunos de ellos restos de la antigüedad, un escenario que no deja indiferente a nadie.

Nuestra ruta comenzaba temprano volviendo de nuevo hasta Rissani, de la que nos despedimos por última vez, tomando la carretera N12 y desviándonos de ella al llegar a Alnif por la R703 dirección a Tinerhir. Hasta Todra teníamos unos 215km aproximadamente, pero he de decir que estos recorridos no se pueden medir igual que medimos los tiempos cuando circulamos en España por las autovías. Recordamos que circulamos por carreteras secundarias y parajes desérticos y, si bien el asfalto está bastante bien, las innumerables curvas y otros tantos pueblos que hay que atravesar llenos de gente en sus calles te obliga a disminuir la velocidad y lo que aquí haríamos en un par de horas allí, como poco, se lleva el doble o más.

El paisaje hasta Tinerhir es completamente desértico, ya no hay dunas y sí algunas montañas y otras tantas llanuras más secas que la mojama. Guarda parecido a como tantas veces se han visto en las películas americanas las largas carreteras del desierto del colorado, aunque aquí había más curvas de las que dieron buena cuenta las motos.

Atravesamos algunos pueblos a la hora del cole y, aunque no nos lo esperásemos, hasta el último pueblo recóndito perdido entre tanto desierto tiene su escuela y sus comercios. Los críos, en abundancia, van andando o en bici al cole impolutos y uniformados, alegres y sonrientes. Una de las cosas que más feliz les hace a los críos cuando pasas con la moto es que le des puño, gesto que te hacen constantemente cuando te vas acercando a ellos, “dale, dale, rum rum”, y tú, que eres peor que los críos le metes un acelerón a la moto y se la haces rugir destapando una sonrisa de oreja a oreja en ellos que no tiene precio, y en ti también.

Antes de llegar a Todra teníamos que atravesar Tinerhir, una ciudad construida en torno a un grandioso oasis lleno de palmerales regados por el agua que baja desde el Atlas y que pasa por la garganta del Todra a la que llegaríamos en media hora más o menos.

En Tinerhir vivimos otro de estos enormes contrastes que te encogen el corazón entre el marrón desértico y el verde palmeral que recorre la ciudad. Desgraciadamente nuestro destino era Todra y no paramos en ninguno de los miradores que había a lo largo de la ciudad a echar unas fotos. Sinceramente, me hubiera gustado parar unos minutos a contemplar los innumerables kasbahs (espacios fortificados de origen bereber y construidos con adobe) ocultos entre los palmerales. Hoy esos kasbahs están casi derruidos al costado del oasis, y junto a ellos los habitantes de la ciudad han ido desplegando caseríos de hormigón en tonos rosados y pasteles de forma extendida.

Unos 30 kilómetros después aproximadamente estábamos en las gargantas del Todra. Situadas en el lado este de las montañas del Alto Atlas de Marruecos, las gargantas del Todra son reconocidas mundialmente por ser uno de los cañones rocosos más espectaculares.

En algunos lugares las gargantas sólo tienen 33 metros de ancho, pero cuentan con unos acantilados de más de 100 metros de altura a cada lado del río. El río se ha secado, dejando sólo la imaginación para imaginar las poderosas fuerzas de la naturaleza que una vez tallaron esta región.

Llegar con la moto y adentrarse en la garganta es un momento especial, como al llegar al desierto dos días antes. Es la sensación de haber recorrido unos 1600 kilómetros para encontrarse ante tan maravillosa y majestuosa obra de la naturaleza que empequeñece a cualquiera que se adentre en ella. El tramo que la atraviesa estaba muy concurrido por turistas y por pequeños puestos de souvenirs dónde comprar pañuelos y productos típicos de la zona. También te encuentras niños que te venden figuras con apariencia de camello construidas con hojas de los arbustos de la zona. El río, que antaño hubo de ser poderoso, hoy apenas trae agua, pero esta es limpia y cristalina.

Gargantas del Todra: https://goo.gl/maps/YCG38DbHe23p7aYu6

Tras las fotos pertinentes tocaba volver por el mimo camino que nos trajo hasta aquí para buscar las gargantas de Dades.

Al llegar otra vez a Tinerhir nos desviamos por la carretera N10 que recorrimos durante unos 53 km aproximadamente hasta el siguiente desvío que nos llevaría a nuestro destino.

Esta zona del desierto de Marruecos es famosa por sus paisajes y por la hospitalidad de sus habitantes, los bereberes. Entre sus paisajes, destaca el conjunto rocoso llamado ‘Los dedos de los monos’ o ‘cerebro del Atlas’. En el entorno de las Gargantas del Dades también te sorprenderán sus kasbahs y las pintorescas vistas que componen el paisaje del Alto Atlas.

A lo largo de este tramo el aspecto árido se convierte en rojizo muy intenso en algunas zonas hasta el punto de manchar el asfalto del mismo color.

Desde que volví de este viaje mantengo que por mucho que te cuente aquí y te enseñe unas fotos, las mismas no reflejan la realidad. La imagen anterior muestra las formaciones geológicas que nos encontramos de camino a Dades y que recuerdan muchísimo a un cerebro tallado en la roca. Pero es que la imagen no muestra ese espectáculo en toda su amplitud. Hay que estar allí para verlo en persona.

Tras esta parada técnica para ver esta formación rocosa continuamos nuestro camino hasta el hotel dónde comeríamos y pernoctaríamos esa noche. Las gargantas del Dades las visitamos por la tarde.

El aspecto austero que tienen todas las construcciones en esta zona del mundo alberga grandes sorpresas en su interior dónde todo es más íntimo y con más decoración.

El hotel era acogedor, pequeño y muy limpio. En casi todos los sitios que hemos visitado estos días la luz en las estancias interiores es tenue pero suficiente. El personal amable y servicial. Tras degustar una comida ligera acompañada de té nos subimos a las motos para visitar las gargantas del Dades que estaban relativamente cerca.

El valle de las Gargantas del Dades, de 25 km de largo, es uno de los más interesantes del sur de Marruecos. El paisaje es hermoso, las casas se funden con las rocas y el río Dades corre lentamente desde altas mesetas de piedra caliza.

El tramo más visitado por lo curioso de su trazado, lo retorcidas de sus curvas, la estrechez de su asfalto y el tráfico de todo tipo de vehículos pequeños o grandes hace que recorrerlo y llegar hasta lo más alto del cañón para poder disfrutar sus vistas desde arriba hacen de él un reto merecedor de la típica foto de “he llegado aquí”, cosa que hicimos todos como recuerdo del esfuerzo de haber coronado la cima.

El mirador lo corona una cafetería donde tomar algo mientras te dejas llevar por semejante espectáculo de la naturaleza.

Tocaba avanzar unos pocos kilómetros más en la misma dirección que llevábamos para atravesar la garganta del Dades que nos recordó mucho a la de Todra que visitamos por la mañana, aunque con mucha menos altura y mucho menos impresionante.

Tras la visita regresamos por el mismo que camino que nos trajo hasta aquí hacia el hotel, haciendo una parada a mitad de camino en un alojamiento dónde, desde su terraza, con vistas al cañón, pudimos reponer líquidos mientras caía el sol con unos Gin-tonics de esos difíciles de encontrar en Marruecos, ya que el alcohol, en teoría, está prohibido en todo el país.

De ahí a nuestro hotel, una cena abundante y a descansar, pues el día, como todos los anteriores, se había hecho largo y cansado, y lleno de emociones.

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