Marruecos en moto 3/6

Marruecos en moto 3/6

Esta jornada no traería ruta kilométrica, sino que volveríamos a Rissani para disfrutar del mercado y sus gentes.

Madrugamos en el desierto para ver amanecer, otro de esos momentos que te dejan noqueado por la inmensidad del escenario. Tras desayunar en la tienda-comedor vinieron de nuevo unos todoterrenos a recogernos para llevarnos al hotel donde habíamos dejado las motos la tarde anterior. El tipo que nos recogió en el todoterreno estaba como una chota, de enrollado, no me cabe duda, y el viaje por las dunas en el todoterreno a toda castaña al más puro estilo rally no tiene precio. Ya solo por eso el viaje estaba más que amortizado, en la vida me había reído tanto.

 

Tomamos posesión de la habitación que nos habían asignado para dejar todos los bártulos y tras enfundarnos el traje de moto nos subimos a ellas para regresar a Rissani.

No hubiera sido un viaje completo si no llegas al desierto y te comes una tormenta de arena, aunque, sinceramente, hubiera preferido no haberla vivido, pero si vamos a la aventura ¡que coño! es lo que te puedes encontrar.

Se había levantado un fuerte viento cuando cogimos las motos, el vendaval arrastraba la arena y material algo más pesado que la arena del terreno. El aire, que había subido a los 35º, te pegaba en la cara como si fuera lija, abrasador y asfixiante. El trayecto hasta Rissani fue complicado, las fuertes rachas de viento nos obligaban a circular con las motos escoradas a un lado. El polvo no dejaba mucha visión y había tramos de la carretera dónde la arena del desierto se mezclaba con el asfalto haciéndolo complicado de transitar.

Al final conseguimos recorrer la distancia hasta Rissani y, antes de visitar el mercado, los organizadores quisieron llevarnos a visitar una formación geológica llamada “la Cárcel Portuguesa”. 

La cárcel portuguesa en realidad no fué ni una cárcel ni tampoco fué portuguesa. Debido a las características del terreno se usó como presa para abastecer de agua a las gentes de la zona desde principios del siglo XIX. Fué construida por esclavos provenientes del África subsahariana y precisamente aquí pasaron largas temporadas para construir la presa. Después se dice que los mandaban a portugal, de ahí viene lo de carcel portuguesa.

Posición: https://goo.gl/maps/DxhgBfR89LUCbGVU6

Para llegar al lugar tuvimos que hacer algo de pista de tierra, que al contratar el viaje no estaba previsto. Se que eso fue un error por parte de la organización, en primer lugar, porque llevábamos las motos cargadas con todas las maletas, lo cual las hacía más pesadas. Tampoco iban preparadas para circular por tierra, las presiones de los neumáticos no eran adecuadas, algunas motos no traían neumáticos para pistas y, para colmo, el vendaval nos seguía azotando con crueldad.

El trayecto de tierra era de apenas unos 300 metros pero en algunos tramos el terreno firme dio paso a tramos con arena muy blanda y pasó lo que tenía que pasar, que más de una y de dos motos fueron al suelo, afortunadamente sin daños que lamentar por lo blando del terreno y lo despacio que se circulaba. Tras levantar varias motos entre todos y continuar el camino conseguimos llegar hasta dicha formación que por culpa de la tormenta de arena no pudimos disfrutar como esperábamos.

A la entrada del lugar, el vendaval hacía que las motos costase horrores sostenerlas sin que cayeran al suelo.

Visto lo visto retomamos el camino de vuelta, camino que nos esperaba igual que a la ida con más caídas y dificultades. Por suerte, ya amainaba el vendaval y al llegar a Rissani ya no hacía tanto aire y pudimos disfrutar del pueblo como es debido.

Cuando realizas una ruta viajera por el desierto uno de los lugares imprescindibles que tienes que conocer es el pueblo de Rissani, su nombre conocido por muchos y sus leyendas contadas de boca a oído nos muestra una cara de Marruecos donde el tiempo cobra vida, color y sonido. Rissani que en su mayor apogeo fue la capital comercial del país durante el siglo XIV y, desde entonces, esa tradición se mantiene viva y presente.

Los comerciantes de Rissani son los pobladores de los pueblos bereberes que vienen desde lugares lejanos para comercializar con sus productos ya sean animales como vacas, cabras, ovejas, frutas, especies, objetos, artesanía, todo lo imaginable se vende y compra en Rissani.

Adentrarse en el mercado es como retroceder unos siglos atrás. Sus estrechas calles cubiertas con telas, rafias o cañizos para que el abrasador calor de la zona no penetre en los puestos hacen de este un mercado sombrío. Sus calles sin asfaltar y los innumerables puestos de carnes, frutas, verduras, objetos varios y, como no podía ser de otra forma, especias a montones, hacen de él un entorno extraño y exótico. Hasta que no llevas un rato inmerso en sus calles y te encuentras con otros turistas como tú no te sientes cómodo, ya sabes ¡prejuicios! que fueron desapareciendo según recorríamos el país.

Mercado: https://goo.gl/maps/dLBCtESehioPpxsA8

Todo, a priori, te pega un bofetón en la cara que hasta que no te relajas y empiezas a tratar con la gente no te das cuenta de que lo que tantas veces has visto en televisión es solo ficción y manipulación.

La gente allí es amable, te atienden y se esfuerzan por hablarte en español. El género parece bueno. Hay que dejarse llevar y mezclarse para darte cuenta de que estás tratando con personas y no estás en un gran centro comercial sin alma dónde has de servirte lo que otros han dejado bien colocado en un pasillo.

Sin duda una gran experiencia que hay que vivir si viajas a esta parte del mundo.

Tras recorrer el mercado y comprar algunas cosas en él por parte del grupo nos adentramos por una calle estrecha hasta un restaurante escondido en una callejuela, que estaba abarrotado, donde pudimos degustar de nuevo unos pinchos de cordero y pollo acompañados de ensaladas como las que ya hemos comentado anteriormente.

La verdad, no se si por que la agencia de viajes lo tenía así previsto o porque es lo típico pero estos pinchos de cordero o pollo, aunque estaban ricos, los comimos en más ocasiones de las que me hubiera gustado. 

Hay otra cosa que me ha sorprendido y que he estado observando desde que salimos de Arzou. El miedo que tenemos constantemente en España a que te roben las cosas, allí no existe. Hay mendigos y críos pidiendo, como en todo el mundo, y gorrillas, que también los hemos visto y se han hecho cargo de “vigilar” las motos a la espera de que cuando vuelvas a por ella le des unas monedas. Los críos van al cole en bicicleta en todos los pueblos que atravesamos y me chocó muchísimo ver a las puertas de las escuelas, a las afueras porque no las meten dentro, cientos de bicicletas amontonadas según van llegando al cole los críos. En España no podríamos hacer eso, de hecho, tenemos miedo de hacer eso, no os penséis que los chavales allí dejan la bici y les ponen un candado. Ellos llegan, dejan la bici y entran al cole, y al salir allí siguen estando las quinientas bicis a las afueras del cole sin amarrar. Es increíble descubrir el miedo con el que vivimos en España constantemente.

Tras esta jornada volvimos al hotel a descansar, quienes quisiéramos, y a hacer actividades lúdicas para pasar la tarde el resto. Allí alquilan Buguis y Quads con guía para recorrer las dunas y subir hasta la gran duna de Erg Chebbi de unos 150m de altura desde la que contemplar el atardecer. En mi caso, y dado que el trayecto de la mañana con la tormenta de arena me robó muchas fuerzas, me dediqué a descansar en el hotel y tomar unas cervezas hasta la hora de la cena.

Dije que era difícil encontrarlas y que eran caras, al cambio entre 3€ y 4€ según el sitio, pero haberlas ahílas.

Tras la cena nos fuimos a descansar ya que el día siguiente también iba a ser largo y muy aprovechado. Otro de esos días donde paisaje, pueblos y sus gentes te absorben en un viaje lleno de sensaciones.

Pero esto lo dejamos para la siguiente entrada.

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