Marruecos en moto 5/6

Marruecos en moto 5/6

La jornada del sábado nos llevaría hasta Marrakech, a unos 340km a aproximadamente desde Dades.

Nos esperaba un puerto de montaña de 2260m de altura e interminables curvas en ese recorrido.

Recorrido que nos llevó todo el día circulando por la N10 y la N9 atravesando el Alto Atlas que, para nuestro disgusto, se encontraba gran parte del trazado en obras. Obras que nos retrasaron un montón dado que había tramos en los que las máquinas estaban rehaciendo el trazado, había llovido hacía poco, y el camino de tierra prensada en muchas ocasiones se volvía resbaladizo y traicionero. Afortunadamente no tuvimos que lamentar caída alguna.

Aquí el paisaje contrasta por el verde que florece en las faldas de la montaña donde se encaraman algunos poblados bereberes. Atravesar uno de estos poblados bereberes al mediodía es otro cúmulo de sensaciones. Intentaré detallarlo: Vas por una carretera de montaña curveada y de pronto, tras una curva, aparecen un montón de comercios dispuestos a izquierda y derecha de la carretera, a la falda del monte. Comercios de ultramarinos que diríamos en España donde es costumbre que, a las puertas, fuera del establecimiento, amontonen cajas de botellas de agua, coca colas, fantas y demás bebidas refrescantes así como fruta y verdura. En general todos los comercios exponen su producto fuera del mismo ya que su interior suele ser pequeño y así el visitante sabe de antemano lo que se vende ahí. Los puestos de comida rápida abundan con los corderos colgados de junto a la barbacoa donde se están cocinando humeantes otras piezas de carne. El olor al atravesar estos poblados, y otros por todo Marruecos, es siempre el mismo, olor a carne, a cordero, a especias. Es el mismo olor por todo el país. Ese contraste de comercios, en estos poblados bereberes, se mezclaban con un intenso tráfico de vehículos de la zona. Coches viejos y ruinosos circulan entre el humo de los corderos y los burros que, en las zonas rurales, es el animal que les permite transportar sus cosas de un sitio a otro. Digamos que la gente montada en burro cargado con sus alforjas por esta parte abunda y es muy habitual.

Desgraciadamente el día se nos echaba encima, las obras no nos permitían avanzar rápido y había que aligerar como pudiéramos para poder llegar a Marrakech al medio día para comer allí. Así que dadas las circunstancias no pudimos parar en todo este recorrido a echar unas fotos y tras pasar la cadena montañosa hubo que correr, más de lo que nos hubiera gustado.

Tengo que destacar también que antes de empezar a atravesar el Atlas de nuevo atravesamos Ouarzazate, “la puerta del desierto” si vienes desde Marrakech. Esta ciudad es famosa por haberse filmado muchos largometrajes conocidos como Astérix y Cleopatra o Los Diez Mandamientos porque hay varios estudios de cine entre los que destacan Atlas Studios, unos de los más grandes del mundo. Es por este motivo que a Ouarzazate también se la llama el El Hollywood de África.

Y, desgraciadamente, ya que llevábamos el tiempo justo, tampoco pudimos parar aquí para visitar dichos estudios. Creo sinceramente que a este viaje le faltó un par de días o tres más para haber hecho un par de paradas interesantes. O eso, o no me queda otra que volver en otro viaje para hacerlas.

Llegamos a Marrakech al medio día. Marrakech nos recibió con un caos de tráfico al que no estamos acostumbrados en España. Es un yo primero y tú te jodes. Vehículos circulando rápido, cruzándose en tu camino sin dar intermitentes, pasando de las señales de tráfico. Un caos circulatorio que después de tantos kilómetros por el desierto casi en solitario nos desbordó por completo. El tramo que recorrimos hasta el hotel fue de auténtica locura.

Al igual que las ciudades de Fez, Rabat y Meknes, Marrakech tiene el privilegio de ser una ciudad majzen, es decir, imperial, y las sucesivas dinastías que la han poblado han ido enriqueciéndola. También goza de un prestigio especial que es el de dar su nombre a todo el país. Marrakech está catalogada como uno de los centros culturales más importantes de todo Marruecos. Es también capital turística y el primero de los destinos de los viajes a Marruecos, además de una ciudad muy viva y famosa, entre otras muchas cosas por sus mercados y festivales.

Sus zocos (mercados) se caracterizan por estar entre los mejores del país. Por ello, Marrakech es una de las ciudades preferidas por los turistas españoles.

Por fin conseguimos llegar al hotel. Un lujoso hotel más parecido a los hoteles de 4* o 5* de España. Dejamos las motos aparcadas en é y, como era la hora de comer, nos cogimos un petit taxi, que no es otra cosa que un tipo con su coche que nos regatea el precio de este para llevarnos dónde le digamos y, por 1€ por cabeza al cambio aproximadamente, nos llevó hasta el zoco, el inmenso zoco de Marrakech.

El zoco comienza en la gran plaza Jemaa el Fna. Esta plaza nos da la mejor muestra de su forma de vida y cultura, utilizada igualmente por locales que por turistas. En la plaza hay todo tipo de personajes, malabaristas, encantadores de serpientes, monos encadenados y adiestrados para salir en las fotos de los turistas, aguadores, cuentacuentos… Al caer la tarde, cuando centenares de restaurantes populares comienzan a ofrecer sus especialidades, la plaza alcanza su apoteosis.  Para captar su esencia hay que pasear por ella sin prisas o disfrutarla desde alguna de las terrazas de los números locales que la bordean. Es Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad por la Unesco.

Solo comentaré un detalle que me chocó, y molestó muchísimo. Entrando por la plaza lo primero que nos encontramos fueron los encantadores de serpientes. Sólo me acerqué a una distancia prudencial de ellos, me agache y desde la distancia eché una foto a una de las serpientes, dos segundos después tenía a uno de los del grupo de encantadores de serpientes acosándome para que le diera pasta por haber echado la foto. Y fue un acoso literal porque el tío tenía cara de muy mala leche. Igual estaban haciendo con el resto de turistas que hacían lo mismo. Entiendo que si te acercas a ellos y le pides una foto con la serpiente te cobren por ella, pero echar una foto a lo lejos…en fin. Creo que es de lo poco que más me molestó en todo el viaje.

Esta plaza recuerda muchísimo, por buscarle un símil, a la puerta del sol en esos días en que está abarrotada. En Marrakech había una multitud de gente local, así como turistas extranjeros. Muchos puestos de comida, de malabaristas, vendedores de chuches, de teléfonos que te acosaban para que les comparas la última novedad de “iPhone” chino. Y detrás de la plaza, el zoco.

No acostumbro a circular entre multitudes, los que me conocen saben que les tengo fobia, y me agobio muchísimo hasta el punto de que me sube la tensión, pero no podía salir corriendo tras tantos kilómetros de esfuerzo para llegar hasta allí así que, en un alarde de proeza y convicción, y un poco a costa de mi salud, nos adentramos por sus cientos de estrechas y concurridas calles repletas de comercios de todo tipo de objetos, desde especias, telas, souvenires, pañuelos, cosmética, enseres para la cocina y así uno detrás de otro por calles, al igual que en el de Rissani, resguardadas del sol por rafias y telas dispuestas que hacen de estas calles un poco lúgubres.

Volvió a resultarme curioso el hecho de que por más gente que hubiera, que no cabía un alfiler más, los ciclomotores se movían entre la estrechez de las calles y el bullicio como perico por su casa. Montones de ciclomotores recorren las calles a pesar de la gente que haya.

Comer en uno de los cientos de restaurantes dónde había hamburguesas, pizzas o similares nos costó unos 15€ por barba sin muchas pretensiones. Ensaladas, bebidas y hamburguesas o kebab.

Después pudimos pasear con calma y tomar café o té por la zona.

Por la noche nos reencontramos en el zoco con los organizadores del viaje que nos llevaron a un restaurante a todo el grupo donde cenaríamos, tras mucho esperar, el típico tajín de verduras, carne o cuscús.

Una cosa que no he contado en todos estos artículos es que ellos no tienen prisa, nunca tienen prisa. No les puedes presionar para que te pongan de comer rápido porque los estresas y se mosquean. Tu eres el turista y debes entender desde el principio, más que te pese, que ellos se toman las cosas con mucha calma. Además, en muchos sitios, sobre todo en las zonas más apartadas, en los locales no hay gente trabajando que domine su oficio de camarero, hay mucha gente joven y poco preparada por lo que, al hecho de que no son muy curiosos con el tema de la comida, hay que añadir que en ocasiones te desesperan. Su lema “la prisa mata, amigo”

La plaza por la noche había cambiado el turista por la juventud que sale de fiesta. Regresar al hotel en otro taxi compartido fue otra odisea con ese tráfico tan caótico, en este caso enlatados sufrimos menos que en la moto.

Tocaba descansar para afrontar la última jornada de este viaje.

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