Marruecos 2023 – De Melilla hasta Azrou

Marruecos 2023 – De Melilla hasta Azrou

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El Ferri arribó en Melilla a las 6:30 de la mañana. Yo había dormido de un tirón a pesar del traqueteo de los motores del barco, aunque no todos los compañeros del viaje durmieron por igual. A algunos el vaivén y el ruidoso motor del barco les dieron la noche.

Poco antes de llegar a puerto ya nos estaba tocando diana la tripulación. Fer y yo nos levantamos primero, nos vestimos y salimos a cubierta a tomar el aire mientras dejamos a Miguel y Andrea que se vistiesen con calma y recogieran su equipaje.

Cuando hubieron terminado, volvimos al pequeño camarote a recoger lo nuestro y bajamos todos a la bodega dónde teníamos las motos amarradas. Las desenganchamos, volvimos a meter el equipaje de la noche en las maletas y las dejamos en posición para salir mientras el barco terminaba de atracar y abría la gran compuerta que nos habría de dejar en tierra melillense.

Recuerdo los meses previos, la de vueltas que pudimos dar para decidirnos por este Ferri. Calculamos una y mil veces las distintas combinaciones y precios. Gabriel, que prácticamente llevó todo el peso de la organización, nos comunicaba día sí y día también las opciones para que fuésemos decidiendo. Casi lo teníamos claro cuando ¡ostia, ninguno hemos caído en que es Ramadán y ellos cambian su hora justo en el mes del Ramadán! Para colmo en España la cambiábamos el siguiente fin de semana.

Buscamos información por internet porque no estaba muy claro hasta que al final entendimos que, a la ida, tendríamos una hora de diferencia y dos en la vuelta entre el país africano y España, lo que cambiaba todo el planteamiento del viaje, o al menos la ruta del día de llegada y la ruta del de vuelta.

Así andamos unos días más replanteando de nuevo puertos, destinos, hoteles, distancias, horarios hasta que, por fin, nos decidimos por este puerto y por este Ferri.

Salimos del puerto, por suerte, con demasiada rapidez para lo que suele ser el desembarco en estos destinos. También es verdad que íbamos cuatro gatos en el barco gracias a la afortunada decisión que tomamos de viajar justo antes de Semana Santa.

En Melilla aún estaba todo el mundo durmiendo y todo cerrado. Al principio nos planteamos desayunar algo antes de cruzar la frontera, pero nos aconsejaron que fuéramos directos a ella porque no tardaba en ponerse hasta las trancas de gente y la cosa se complicaría. Echamos gasolina nada más desembarcar a un precio mucho más barato que en la península, pero, y esto sí que es curioso, incluso más barato que en territorio marroquí.

La frontera

Menudo tostón de fronteras. ¿Quién coño las inventaría? Es horrible atravesarlas, los vehículos no avanzan, cada dos por tres alguno le falta cualquier papel y lo retienen hasta que se aclara, otros que si lo registran y otros que nos colamos con las motos por la derecha sorteando toda la cola hasta quedarnos muy cerca de la primera garita mientras escuchábamos al resto de viajeros desde sus coches soltar “perros judíos muertos” por su boca porque nos estábamos colando. ¡Qué podíamos hacer nosotros si un agente nos indicó que nos metiésemos por allí que las motos podrían pasar un poco, no mucho más, rápidas que los coches!

Papeles de la moto, pasaportes una y otra vez, más papeles y por fin, casi una hora después, estábamos libres en Marruecos para circular por el país.

Seguía siendo muy temprano en Marruecos, con el Ramadán además no madrugaban mucho y estaba todo cerrado. Decidimos salir de la zona fronteriza, avanzar unos kilómetros hasta Nador a ver si allí teníamos más suerte para desayunar algo. Todo cerrado a excepción de un puesto que hacían dulces parecidos a los mantecados y compramos unos cuántos y un poco de agua. Eso fue todo lo que pudimos conseguir a esa hora. Ni una cafetería donde pegarnos un chute de café que tanta falta nos hacía, al menos a mí. 

Arrancamos de nuevo, dejamos la costa para adentrarnos por el interior intentando hacer los máximos kilómetros posibles por nacionales, adentrándonos en los pueblos por los que pasaría la ruta.

Marruecos tiene muchos contrastes predominando el desértico, pero para ir del norte al sur has de atravesar la cordillera montañosa del Atlas, que yo siempre lo comparo con nuestros Pirineos. La zona norte del país hasta la cara norte del Atlas es más verde y fértil y, una vez la atraviesas, su cara sur empieza a tornarse árida y desértica hasta más allá de las fronteras del país.

Nosotros debíamos cruzar la cordillera al día siguiente, pero antes de llegar a ella, y durante los primeros kilómetros de hoy, recorreríamos ya una zona de poca vegetación con largas y estrechas carreteras y poca población a la vista. Prácticamente de Nador hasta Taza el paisaje es tan árido como el de sur del país. 

Segundo intento fallido de desayunar

Dos horas después paramos en una gasolinera con la esperanza de que la tienda estuviera abierta y pudiésemos tomar algo más consistente pero tampoco hubo suerte. El señor que atendía la gasolinera nos pidió perdón compungido varias veces por no poder servirnos nada de comer al tener la tienda cerrada a esas horas por ser Ramadán.

Un mes antes del viaje, entre la lista de “cosas” que debían de ir en el equipaje ya habíamos anotado comida envasada en previsión de que nos encontrásemos estas situaciones. Latas de paté, chorizo, jamón, mortadela, frutos secos, latas de sardinas, y alguna botella de vino para brindar cuando se presentase la ocasión eran parte de nuestro equipaje, dentro de los límites de espacio que daban las pequeñas maletas de las motos.

Y gracias a esto en esta parada aprovechamos para tomar algunos frutos secos mientras descargábamos aguas menores.

Estando en esas unos críos que iban dirección al colegio, los sábados algunas escuelas, sobre todo las religiosas, abren, nos merodeaban curiosos al ver las motos. Tras un rato pensándose si nos abordaban o no perdieron la vergüenza y se nos acercaron con la esperanza de que se pudieran echar unas fotos con las motos y con nosotros para fardar de ellas en sus redes sociales,

¿Cómo les íbamos a negar esa ilusión? Allí que se fueron con las fotos en sus móviles y con el teléfono apuntado de Fer para enviarnos las fotos por WhatsApp. ¡Sí, no son el tercer mundo como muchos pensamos! Ni tampoco unos delincuentes tal y como nos los muestran en TV.

¡Ah! Y los críos hablaban español lo suficiente como para entendernos. Realmente en todo el país suelen hablar, a parte de su idioma nativo, el francés muy bien y el español con menos dificultad que la mayoría de los españoles chapurreamos el inglés. Vamos, que te puedes entender perfectamente con ellos, salvo excepciones, por todo el país.

El siguiente tramo nos llevaría hasta muy cerca de Fez desde dónde empezaríamos el ascenso al Medio Atlas. Hasta Fez teníamos aproximadamente unos 220km que, haciendo una excepción, decidimos hacerlos por la autopista de peaje por adelantar, más que nada porque esta etapa era de tránsito y hasta allí la ruta no tenía mucho que ofrecernos para visitar.

El picnic

Sería cerca del mediodía cuando paramos de nuevo en un área de servicio de la autopista para repostar y, aunque la tienda de la gasolinera esta vez sí que estaba abierta no tenía mucho que ofrecer en cuánto a comida. Así que compramos unos snacks y unas bebidas que, junto con algunas de las provisiones que llevábamos en las motos, nos sirvieron para prepararnos un picnic a la sombra de unos árboles tras la gasolinera. 

Durante todo el viaje intentamos ser respetuosos con sus costumbres. Ellos tenían que estar todo el día sin comer ni beber, y tampoco era plan de plantarnos a zampar en sus morros así que, siempre que pudimos, lo hicimos apartados de sus miradas por respeto. A esa hora, además, tocaba el rezo y algunos conductores de camiones llegaban al área de servicio para ir a la pequeña sala contigua a la gasolinera a rezar, tras ello se subían al camión y continuaban su camino.

Ifrán

El siguiente tramo nos llevaría, subiendo el Medio Atlas, hasta Ifrán, denominada la Pequeña Suiza, porque en invierno, estando a más de 1,700m de altitud, es zona de nieves y pistas de esquí para los marroquíes más pudientes. De hecho, el estilo de construcción de la ciudad, que no lo vimos en ningún otro sitio de los que recorrimos, se asemeja a una ciudad alpina europea. Los edificios de estilo chalet y los tejados puntiagudos son elementos distintivos de la ciudad. Cuentan los lugareños que allí pasa sus vacaciones invernales el Rey de Marruecos. Debe ser como el Baqueira Beret de nuestro rey emérito español.

Ya en su avenida principal se respiraba en el aire el ambiente a pasta, a lugar de “millonetis”. Algunas urbanizaciones de alrededor contaban con seguridad privada dónde el personal de seguridad apostillado a la entrada, ataviados con trajes imponentes y de corte militar impedían el acceso a cualquiera que no estuviese acreditado para pasar por sus dominios.

En Ifrán aprovechamos para echarnos unas fotos junto a la estatua del león que da la bienvenida a la misma. La estatua del león en Ifrán es una escultura de bronce de un león majestuoso que se encuentra sobre un pedestal. Representa la fuerza, la nobleza y el coraje asociados con este animal. Si bien la estatua no tiene un significado histórico o cultural profundo, se ha convertido en un punto de referencia reconocible en la ciudad y un atractivo turístico.

En las fechas que estamos hacía ya mucho calor así que aprovechamos para tomar unos refrescos en la terraza de un hotel junto a la estatua del león. 

De cervezas nos podemos olvidar, y más en pleno Ramadán, así que Coca-Cola y agua para todos. Tras ello andamos unos pasos por las calles contiguas para admirar el resto de las construcciones y tiendas. Si bien es verdad que algo nos llamó la atención y es que, a la primera impresión que te llevas de la ciudad, se une una pequeña decepción al fijarte en los detalles. Algunos de los tejados estaban muy descuidados. Hay casas en perfecto estado contiguas a otras que parecen solares, medio abandonadas. Algo no encajaba en todo ese escenario, pero no era momento de averiguar los motivos.

Azrou

Subimos a las motos para continuar hasta Azrou, famoso por su bosque de cedros, entre otras cosas, y dónde haríamos noche en un pequeño hotel familiar y encantador.

A escasos kilómetros de la ciudad nos encontramos con una edificación, que más tarde buscando en internet descubrimos que era una especie de hotel más camping, en cuya entrada se encuentran dos teteras gigantes en un dorado impoluto que daban paso a una plaza interior cerrada por una cadena. Daba la impresión de que el recinto estaba completamente cerrado, no había un alma en él, pero nos llamó la atención lo suficiente como echarnos unas fotitos en él.

Serían las cinco y pico aproximadamente cuando llegamos al hotel. Entramos a un pequeño aparcamiento interior que daba a una zona ajardinada de césped con pequeñas mesitas y sillas para descansar un rato. En sus tejados abundaban, al igual que vimos en Ifrán, grandes nidos similares a los que construyen las cigüeñas, aunque por lo visto no eran de estas aves precisamente.

Enseguida nos atendieron una pareja, de ascendencia francesa ella, y de origen marroquí, él que con una atención exquisita nos dieron la bienvenida, nos hicieron los preparativos para que la chica de recepción nos tomara nota y nos dieran las habitaciones.

Descargamos maletas, nos acoplamos y nos dimos una ducha mientras en el jardín nos preparaban un té con unas pastas dulces para que disfrutáramos de ese remanso de paz.

Como aún era pronto para la cena, tras el té decidimos andar un poco por los alrededores, llegando hasta la plaza central y su pequeña medina que conserva su encanto histórico y es un lugar pintoresco para explorar. Está lleno de callejuelas estrechas, tiendas tradicionales y un zoco donde puedes encontrar productos locales como alfombras, artesanías y alimentos.

Nos pilló en ese momento la hora del rezo por lo que tras sonar la llamada al mismo la zona se quedó completamente desierta lo que hizo aún más peculiar y tranquila nuestra visita por esas callejuelas.

Dimos algo más de margen para que el personal del hotel pudiera cenar antes que nosotros entendiendo que llevaban todo el día en ayunas con su penitencia y volvimos al hotel. 

En el enorme salón sólo estábamos nosotros y, sino recuerdo mal, dos parejas más. Nos sirvieron la cena mientras disfrutamos de la tertulia pertinente. Era en estos momentos en los que el grupo fraternizaba y establecía estrechos lazos de amistad. Dónde hacíamos cávalas para la jornada siguiente o disfrutábamos rememorando la jornada que acabábamos de completar. 

Para ello pedimos a la dueña del local si podíamos abrir una de las botellas de vino que traíamos. Muy amable ella nos dio permiso, pero nos insistió muchísimo en que la ocultáramos bajo la mesa para que no se viera desde la ventana y no la metiéramos en un lío ya que en Marruecos el alcohol está prohibido por ley.

Aprovechamos ese momento de regocijo para hacer entrega a Gabriel de una placa que le habíamos hecho entre todos en agradecimiento a la organización que había llevado del viaje durante todos estos meses. Ni que decir que fue un momento especialmente emotivo y que Gabriel no se esperaba.

Era el momento de ir a la cama a descansar y a recuperar las fuerzas necesarias para acometer la jornada siguiente que nos llevaría hasta Merzouga, lugar donde se encuentra el desierto de Erg Chebbi y uno de los puntos fuertes de nuestro viaje.

Continúa en el capítulo 5 de este viaje…..

Un comentario en «Marruecos 2023 – De Melilla hasta Azrou»

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