Marruecos 2023 – De Cartagena hasta Málaga

Marruecos 2023 – De Cartagena hasta Málaga

Ha sido una larga espera de tres años para poder volver a Marruecos. Un sueño que, hasta última hora, y por problemas de salud de familiares cercanos, estuvo a punto de truncarse otra vez, ¡otra maldita vez!

Estamos Fernando y yo en el bar Ana, en Cuesta Blanca, a las afueras de Cartagena. Bar de los de toda la vida, de los de paisano con boina, de los del chato de vino con un puñado de habas. Nos habíamos adelantado sobre la hora de quedada con Juan y Joaquín porque ya no había quien nos retuviera en casa. Nos pedimos algo de almorzar mientras llegaban los otros dos.

Es viernes y durante esa semana y la anterior nos hemos dedicado a poner las motos a punto. Aceites, frenos, neumáticos para la ocasión. Incluso Juan, hasta última hora había estado lidiando con una pieza que no llegaba a tiempo al taller y que por suerte pudo dejarla lista el día anterior. Joaquín, en cambio, es un manitas que se atreve a meterle mano a su moto, desmontarla entera y volver a ponerla a funcionar. Su K75 con unos 30 años a sus espaldas aún tiene mucha guerra que dar si la sigue tratando así.

Cruzaríamos el estrecho de noche, desde Málaga. Habíamos elegido ese puerto como punto intermedio entre Gabriel y nosotros, ya que partimos desde lugares de residencia muy distintos.

Por un lado, nosotros cuatro habíamos podido coger el día libre para ir hasta Málaga sin prisas, ruteando, mientras que Miguel y Andrea saldrían al mediodía, después de trabajar, por la autovía directos hasta Málaga donde nos encontraríamos todo el equipo completo en el puerto. 

Juan y Joaquín llegaron al bar, almorzamos los cuatro mientras repasábamos la ruta de hoy y revisábamos los tiempos para no llegar tarde a puerto. Todo cuadraba a pesar de que nos pondríamos en marcha tras llenar el buche sobre las 11:30.

Joaquín había propuesto hacer un recorrido que nos llevaría hasta Águilas por la antigua RM-332, de ahí al interior de Almería pasando por Tabernas hasta introducirnos por las Alpujarras Granadinas que nos llevaría por algunos pueblos de interior al sur de la provincia de Granada. Tras ello y, según como fuésemos de tiempo, cogeríamos autovía hasta Málaga o haríamos el último tramo también por el interior.

– Juan: ¡yo os sigo! 

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Durante los largos meses que duraron los preparativos del viaje, Juan, currante incansable en su negocio, tenía poco tiempo de participar en las decisiones que íbamos tomando y, cuando tenía un poco de lugar de revisar los cientos de mensajes del grupo de WhatsApp, no le daba la vida para leerlos así que los pasaba rápidos hasta el final y contestaba con un escueto “yo os sigo”.  Esto, acompañado a su carácter campechano, nos dio mucho juego durante todo el viaje y os aseguro que para echarnos alguna risa que otra en muchas ocasiones.

Mar e interior a partes iguales

Llegamos hasta Mazarrón y continuamos por la RM-332 hasta Águilas, ruta muy motera de la zona.

De Águilas recorrimos un tramo por la AL-7107 pegados a la costa hasta Garrucha. Calarreona, San Juan de los Terreros, Villaricos y Garrucha es un recorrido donde el mar te va acompañando a tu izquierda a través de pequeños acantilados. Aquí la orografía no tiene mucha altura, pero sí la suficiente como para que te deleites la vista a lomos de tu moto. El mero hecho de encontrarnos el mar y saber que al otro lado de él nos esperaba Marruecos sólo hacía enfatizar más todas nuestras emociones.

En Garrucha dejamos el mar para adentrarnos en el interior de Almería dirección a Tabernas.

Se hacía la hora de comer y nos encontramos un restaurante atestado de camiones a unos pocos kilómetros de Tabernas. Todo el mundo sabe que, donde hay camiones, se come bien, así que paramos en el Restaurante Calatrava a orillas de la carretera.

Los comensales del restaurante no dejaban lugar a dudas que comeríamos bien, muchos de ellos ataviados con ropa de trabajo, chalecos reflectantes, botas de seguridad y algún elemento típico de currante en la parada de la comida.

Y, efectivamente, comimos un menú muy completo a un precio muy razonable. 

Tras el café continuamos la ruta. Teníamos aproximadamente unos 60km por delante hasta adentrarnos en las faldas del Parque Nacional de Sierra Nevada, las Alpujarras Granadinas, pero antes hicimos una pequeña parada en Tabernas para sacar pasta del cajero.

Parados en fila en la estrecha calle de Tabernas uno tras otro, mientras Fernando se acercaba al cajero escucho a mis espaldas: ¡entonces! ¿qué día volvemos? Sabía que la pregunta venía directamente de Juan, no podía ser otro. Además, preguntaba con toda la franqueza del mundo. Las risas no se hicieron esperar. Juan es así de espontáneo y realmente sabía que hoy salíamos de viaje, pero ni preocuparse de cuándo volvíamos. 

– ¡Juan! Tú síguenos. 

Las risas volvieron de nuevo, el viaje empezaba con muy buen rollo, el mismo que nos acompañó durante todos los días de ruta.

Las Alpujarras Granadinas

Poco más de media hora después estábamos atravesando las Alpujarras. El paisaje se había vuelto montañoso con una carretera estrecha y sinuosa, una delicia para nuestras motos. 

A derecha e izquierda iban sucediéndose los pequeños pueblos que forman esta comarca, comúnmente llamados, los pueblos blancos, y es que realmente todos conservan en su arquitectura esa pureza de color en las paredes, aunque de ello no hablaremos hoy porque nuestra ruta no se detendría en ninguno de ellos, que por tiempo no nos daba para esas visitas.

Unos 100km de curvas y deleite visual después, habíamos alcanzado el final de las Alpujarras y nos encontrábamos en la Presa de Rules, situada en el cauce del Río Guadalfeo. Eran las 18:00 de la tarde y el contraste del agua de la Presa de Rules junto con los verdes bosques que la rodean llamaban a hacer una pequeña parada, ya no solo para contemplar el paisaje, sino para estirar un poco las piernas y recomponernos de tanta curva que llevábamos arrastrando.

Aun nos quedaban otros 100km para llegar a Málaga y la tarde se nos echaba encima. No había discusión posible así que no nos quedó otra que coger autovía y tirar para adelante.

Un contratiempo

Íbamos justos de gasolina, pero tampoco queríamos llenar los depósitos porque la idea era hacerlo nada más desembarcar en Melilla, que era más barata. Las cuentas tampoco nos daban para llegar a Málaga sin repostar así que a unos 50km de Málaga paramos a echar un poco de gasolina, suficiente para llegar al puerto.

¡Joaquín! ¿Qué te ha pasado?

¡Que me he liado y le acabo de llenar el depósito de gasoil!

No puede ser hombre ¿estás seguro?

Y tan seguro que estaba. No se sabe si por la emoción del viaje, el cansancio de las horas que llevábamos en la moto o las ganas que teníamos de llegar a puerto, pero se había despistado y cuando se dio cuenta, llevaba medio depósito de gasoil.

19:15 atardeciendo y con un fregao encima. Yo ya veía al pobre Joaquín de vuelta con la moto en la grúa o haciendo el viaje de copiloto de Juan, ambas posibilidades estaban en el bote menos la que menos me esperaba.

¡Que no cunda el pánico! Que esta es una moto de las de antes y si suelto este manguito, o este otro, consigo vaciarlo.

En la gasolinera nos dejaron unas garrafas que preparamos para la operación. En cinco minutos Joaquín tenía a mano un kit de herramientas específicas de su moto y estaba aflojando, ya que estaban al alcance, los manguitos de la gasolina. Soltó uno, y por ahí no salía una gota de nada. Soltó el otro, ídem de lo mismo. Será que la bomba de la gasolina impide que salga por los manguitos.

Ya lo veía llamando a la grúa.

¡Tranquilos de verdad, que esto tiene arreglo! Suelto el depósito y lo vació dándole la vuelta. 

Vamos a ver Joaquín, que en mi moto necesito una mañana entera desmontando cosas para sacar el depósito. Que se nos va a hacer tarde, ¡pensé para mí!

Y mientras yo me sumía en el caos total él ya había desmontado el frontal de la moto y los tornillos que sujetaban el depósito. Era un espectáculo de operación a contrarreloj. No puedo negar que yo aquello lo veía como imposible e inverosímil, y tiempo perdido, pero Joaquín, obcecado en la operación y conocedor hasta del último recoveco de su antigua K75 ya tenía el depósito en las manos. 

¡La virgen! Estoy yo que hago eso.

Con algo de ayuda nos las apañamos para vaciar todo el gasoil en las garrafas poniendo el depósito boca abajo. Un paisano que veía el espectáculo se acercó a echar una mano con la idea de que aquel gasoil, que era para tirar, le iba a venir bien para el tractor, o lo que fuese. En el fondo nos solucionó un problema porque a ver dónde tirábamos el gasoil en ese momento.

La operación de montaje del depósito también fue rápida. 

Si hubiera sido la mía, se vuelve en grúa, no me cabe duda. 

Quizás estuvimos liados tres cuartos de hora. Para las ocho y poco, ya oscureciendo, y con su depósito lleno, ahora sí, de gasolina estaba listo para probar a ver si arrancaba.

Le tiró al botón, tras una garraspera profunda que casi se ahoga la pobre y que a mí se me hizo eterna, ruuuummm ruuuuuummmmm, la BMW estaba lista para salir pitando, y nunca mejor dicho porque ahora el tiempo sí que era escaso.

Creo que sobre las 21:00 arribamos al puerto de Málaga. A esa hora el tráfico era infernal y nos costó un rato encontrar la entrada al mismo más allá de que en el intento el grupo se había desperdigado entre semáforo y semáforo.

Cuando conseguimos entrar al puerto estaban esperándonos Gabriel, que había llegado con tiempo de sobra y ya había hecho el checking de los billetes del Ferry y Miguel con Andrea que, después de todo y habiendo salido los últimos de casa, llegaron antes que nosotros.

Ya sabéis, abrazos, besos, presentaciones ya que no todos los componentes de la expedición se conocían en persona y, algo más relajados, nos acercamos a un bar cercano para cenar algo antes de embarcar en el Ferri. 

Unas frituras y unas cervezas bien frías, que serías las últimas que probaríamos en unos días, y los cuerpos se habían recompuesto de nuevo. La emoción del viaje hervía en todos nosotros.

Volvimos a por las motos, hicimos los trámites pertinentes de cualquier puerto y embarcamos.

Nos asignaron los camarotes y, tras una ducha reconfortante, nos echamos a los brazos de Morfeo mientras el Ferri, a su paso y sin prisa, nos llevaría durante toda la noche hasta el puerto de Melilla.

Ahora sí que, de verdad, no había marcha atrás. El verdadero viaje había comenzado.

Continúa en el capítulo 4 de este viaje…..

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