Con el rugido de nuestros motores despertando la mañana, dejamos atrás Coimbra, ansiosos por volver a sentir el viento en la cara y devorar kilómetros. El objetivo de hoy era ambicioso: alcanzar el extremo norte de Portugal y, por fin, conquistar el mítico kilómetro cero de la N2.

Durante la jornada de descanso en Coimbra, habíamos dedicado largas conversaciones a planificar meticulosamente la ruta de hoy. La lluvia implacable de hace dos días nos había desviado de un tramo legendario de la N2, dejándonos con la espina clavada. ¿Valía la pena retroceder unos sesenta kilómetros para reencontrarnos con ese asfalto perdido y luego seguir nuestro camino hacia el norte? El cielo, por fortuna, parecía darnos una tregua, y la idea era tentadora. Sin embargo, la orografía del terreno que nos esperaba hoy prometía una jornada más lenta que las anteriores, y retroceder implicaría sacrificar un tiempo valioso en nuestra hoja de ruta.

Finalmente, con una pizca de frustración por no poder tachar ese tramo pendiente de la N2, decidimos incorporarnos a la nacional desde el punto más cercano a Coimbra y seguir adelante con nuestro plan inicial. Unos treinta kilómetros después de dejar Coimbra, serpenteando por la IP3, volvimos a sentir bajo nuestras ruedas el asfalto inconfundible de la N2.

En este tramo, la tónica respecto a la señalización de la N2 no había cambiado. A pesar de la guía constante de nuestros GPS, la nacional parecía desvanecerse en múltiples ocasiones, cediendo el paso a carreteras secundarias y desvíos inesperados que nos hicieron perder un tiempo precioso. La señalización, en su mayor parte, parecía empeñada en guiarnos hacia el sur, mientras que las indicaciones de los enlaces hacia el norte brillaban por su ausencia. ¡Un auténtico desafío de navegación!

Por suerte, el trazado revirado y plagado de curvas inyectó adrenalina y emoción al viaje, compensando los largos kilómetros rectos que habíamos recorrido en el sur. La moto volvía a ser nuestra cómplice perfecta en este baile de asfalto.

Hoy no teníamos previsto hacer paradas turísticas significativas, así que nuestro álbum de fotos permanecería relativamente vacío. Las paradas a lo largo del día fueron las estrictamente necesarias para recalcular la ruta en el GPS, reponer líquidos para mantenernos hidratados bajo el sol, almorzar para recargar energías y, simplemente, deleitarnos con la sinfonía del motor y la belleza del paisaje que nos rodeaba. Para aquellos que quieran seguir nuestra ruta al detalle, encontrarán el track completo en el mapa de Wikiloc en la introducción de este post.

Alrededor de las seis de la tarde, divisamos Chaves en el horizonte y la cruzamos sin detenernos, con la mirada fija en nuestro destino final del día: el ansiado kilómetro cero. Tras las fotos de rigor junto al mojón que marcaba el inicio de la N2, descubrimos con sorpresa que en la misma rotonda se alzaba un bar motero y rockero con un ambiente muy logrado para la ocasión. No dudamos en acomodarnos en su interior y pedir unas merecidas cervezas para celebrar nuestra hazaña: ¡habíamos conquistado los 738 kilómetros de la nacional, atravesando Portugal de punta a punta!

Para no romper la tradición de los días anteriores, después de una ducha reparadora en el hotel, salimos a explorar los alrededores, paseando junto al tranquilo río Támega. Allí encontramos un restaurante acogedor con precios atractivos y una variada oferta gastronómica donde repusimos fuerzas para la siguiente etapa. Con esto dábamos por concluida la jornada de hoy y habíamos cumplido el hito principal del viaje de recorrer la N2 de Portugal. 

Ponemos un punto y a parte en estas entregas porque a partir de mañana regresaremos de nuevo a España y el recorrido hasta casa lo haremos recorriendo desde Villas Medievales a Paisajes de Ensueño que te dejarán sin palabras.

No os perdáis los siguientes capítulos, porque lo mejor de esta aventura aún estaba por llegar. ¡A rodar!