Kilómetro a kilómetro: Descubriendo Portugal por la legendaria N2 – 4/5

Kilómetro a kilómetro: Descubriendo Portugal por la legendaria N2 – 4/5

El cuarto día de nuestro viaje nos ofreció un respiro de la carretera para sumergirnos en la historia de Coimbra. Hoy tocaba una parada para recargar energías de una manera diferente: a través de un paseo cultural por esta antigua ciudad.

Somos moteros de corazón, sí, pero también apreciamos la historia que emana de los monumentos, el encanto de las ciudades antiguas y la elocuencia silenciosa de las piedras, como bien dice Fernando.

Para explorar Coimbra a fondo, decidimos contratar un guía a través de la aplicación Civitatis. Tras un desayuno tranquilo, bajamos hacia la orilla del río Mondego, donde teníamos la cita. Mientras esperábamos al guía, disfrutamos de un paseo relajante por el Parque da Cidade Manuel Braga, que bordea el río.

Un detalle que llamó nuestra atención, y no precisamente para bien, fue el estado de conservación de algunas edificaciones en una zona tan turística. Fachadas con historias grabadas en sus muros mostraban signos de deterioro, con pinturas desconchadas y manchas de humedad que evidenciaban una falta de atención en mantener viva y reluciente la historia de la ciudad.

Puntual, nuestro guía llegó y se unió a nosotros una amable pareja argentina que buscaba los orígenes de sus padres en esta tierra.

La visita nos llevó a recorrer la zona comercial, situada a orillas del río, así como sus plazas más emblemáticas, iglesias y monasterios.

A continuación, comenzamos el ascenso a la colina que corona el casco antiguo, adentrándonos en la historia universitaria de la ciudad. La Universidad de Coimbra, una de las más antiguas de Europa, fundada en 1290, se erige como un símbolo histórico y cultural para Portugal. Representa siglos de conocimiento, educación y un legado académico que ha moldeado la nación, mereciendo su declaración como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Nuestro guía nos explicó cómo la vida de la ciudad gira en torno al ambiente universitario y la presencia constante de estudiantes provenientes de diversas partes del mundo, así como las diferentes facultades que componen su campus.

Después, iniciamos el descenso para pasear por el Jardín Botánico, también perteneciente a la universidad. En él descubrimos una asombrosa variedad de flora, curiosamente mejor conservada que algunos de los edificios históricos que habíamos visto.

La visita concluyó en el mismo punto donde la iniciamos, dejándonos con la agradable sensación de haber explorado a fondo la ciudad, aunque con el cansancio propio de una larga caminata. Comimos en la zona comercial un delicioso guiso típico portugués cuyo nombre no recuerdo y regresamos al apartamento para descansar un poco, no sin antes detenernos a comprar algunos recuerdos para llevar a casa.

Por la noche, volvimos a salir brevemente para cenar y, antes de regresar a dormir, probamos unos licores locales en un pequeño establecimiento especializado en estas bebidas.

A pesar de la idea inicial de disfrutar de un día relajado, la jornada resultó ser muy intensa, aunque de una manera diferente. Sin el rugido de los motores, pero igualmente enriquecedora, nos acostamos con la satisfacción de habernos empapado de la rica historia de esta ciudad portuguesa.

La aventura continuará sobre dos ruedas en el siguiente artículo.

 

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