Tras las Huellas del Ingenioso Hidalgo: Ruta Motera por la Mancha de Don Quijote y Cervantes

Tras las Huellas del Ingenioso Hidalgo: Ruta Motera por la Mancha de Don Quijote y Cervantes

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En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda….

Así comienza la inmortal historia que nos ha traído hasta el corazón de La Mancha. Este viaje, impulsado por la curiosidad de desentrañar los paisajes y la historia que inspiraron a Miguel de Cervantes para dar vida a Don Quijote, surgió como un arrebato tras semanas de una lluvia inusual que nos mantenía alejados de nuestras fieles compañeras de dos ruedas.

Nuestro punto de partida fue Mota del Cuervo, donde los primeros molinos de viento comenzaron a dibujar el horizonte manchego. Sin embargo, sabiendo que el imponente Castillo de Belmonte se alzaba a pocos kilómetros, decidimos hacer una merecida primera parada.

Castillo de Belmonte: Un Escenario de Leyenda

Construido en el siglo XV por el visionario Don Juan Pacheco, primer marqués de Villena, este castillo de singular estilo gótico-mudéjar nos recibió con su planta estrellada de seis puntas, una rareza arquitectónica que lo hace único en la península y en el continente.

Sus muros han sido testigos de incontables historias cinematográficas, siendo quizás la más emblemática «El Cid» (1961), con Charlton Heston y Sophia Loren cabalgando por sus terrenos. Otras producciones como la animada «El Señor de los Anillos«, «Los señores del acero«, «Juana la Loca» y, cómo no, «El Caballero Don Quijote» también han encontrado en este enclave un escenario perfecto para sus relatos.

Aunque las fotografías del interior se quedan en el recuerdo de nuestra retina, los 10€ de la entrada bien valieron la pena para sumergirnos en la cuidada restauración de este pedazo de historia viva. Recorrer sus estancias es un auténtico viaje en el tiempo.

Mota del Cuervo: Donde el Viento Desató la Imaginación

Tras la visita al castillo, pusimos rumbo al que muchos consideran la cuna de Dulcinea. Pero antes, Mota del Cuervo nos ofreció una primera pincelada del paisaje que alimentó la fantasía cervantina: sus majestuosos molinos de viento. Aunque la tradición popular señala los del Campo de Criptana como los verdaderos «gigantes» de Don Quijote, no cabe duda de que toda esta región, como irás descubriendo, está salpicada de estas imponentes estructuras que marcaron la actividad económica de la época.

El Toboso: Tras la Huella de Dulcinea

A un breve trayecto de Mota del Cuervo se encuentra El Toboso, villa que la tradición local abraza como la fuente de inspiración para la idealizada Dulcinea. Ana Martínez Zarco de Morales es el nombre que resuena con más fuerza, una mujer de la que se dice poseía una belleza y un carácter notables, aunque la descripción que Cervantes nos legó sea, sin duda, una sublimación poética.

La actual Casa Museo de Dulcinea, una señorial vivienda manchega del siglo XVI, se erige como un testimonio de esta historia. Se cree que en este mismo solar (o en una casa similar) vivió Ana Martínez o alguna familia con la que Cervantes pudo tener contacto.

La visita a su interior, perfectamente musealizado, nos brindó una visión fascinante de la historia que envuelve la finca y su posible conexión con el genial escritor. Paneles informativos desvelan los detalles de esta relación que ha perdurado durante siglos.

Muy cerca de la casa museo, en la arteria principal de El Toboso, un mural evocador nos invitó a detener nuestras monturas para inmortalizar el momento, dejando constancia de nuestro peregrinaje tras los pasos del ingenioso hidalgo.

Campo de Criptana: La Batalla Contra los Gigantes

«La ventura guía nuestros negocios mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas.»

Aunque Cervantes no menciona explícitamente el pueblo, esta vívida descripción de «treinta, o pocos más, desaforados gigantes» que Don Quijote confundió con molinos de viento es una clara alusión al paisaje inconfundible del Campo de Criptana, donde un buen número de estos emblemáticos molinos se alzan orgullosos.

Hacia allí nos dirigimos, ascendiendo al cerro donde estos gigantes nos dieron la bienvenida con un panorama espectacular. Una decena de molinos se alinean en un área recreativa diseñada para el disfrute, con senderos para pasear y un restaurante con vistas privilegiadas a estas históricas construcciones.

Junto al cerro, un mirador estratégico nos permitió admirar la estampa completa de los molinos de viento recortándose contra el cielo manchego.

Nuestra siguiente parada nos llevó a la Plaza Mayor del pueblo, donde rendimos homenaje a la estatua conmemorativa de Don Miguel de Cervantes. También pudimos contemplar la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción desde el exterior.

Mire vuestra merced – respondió Sancho – no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas que volteadas del viento hacen andar la piedra del molino.

Como bien relata Cervantes en la segunda salida de Don Quijote, ya con Sancho como fiel escudero, fue precisamente en Criptana, el único lugar donde entonces existían tantos, donde el hidalgo arremetió contra estas pacíficas estructuras.

Alcázar de San Juan: Noche de Historia y Molinos

A un corto trayecto del Campo de Criptana, Alcázar de San Juan nos esperaba para ofrecernos un merecido descanso. Esta localidad guarda un vínculo especial con Cervantes, ya que alberga su partida de bautismo, un hecho que subraya la profunda conexión del autor con estas tierras. Además, diversos estudios sugieren que Cervantes pudo haberse inspirado en personajes reales de Alcázar para algunos de los habitantes de su inmortal novela.

Antes de dirigirnos al hotel, y con tiempo de sobra, ascendimos al cerro de los Molinos de Alcázar.

«y así después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar “Rocinante”, nombre a su parecer alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que era ahora.» (Primera parte, capítulo I)

Saciados de la visión de los molinos por ese día, llegamos al Hotel Hidalgo Quijada, ubicado en pleno centro de Alcázar de San Juan. Un acogedor establecimiento de dos estrellas que, en nuestra opinión, bien merecería una tercera por la calidad de sus instalaciones y la amabilidad de su personal. Además, su garaje privado nos ofreció un seguro refugio para nuestras motos, permitiéndonos explorar el centro de la ciudad a pie.

La noche nos llevó a cenar a una cervecería cercana, La Rondilla para ser exactos. Aunque la comida estaba correcta, el dueño no se caracterizó precisamente por su simpatía. Sin embargo, unas cervezas y unos bocadillos pusieron el broche final a un día lleno de descubrimientos.

La mañana nos recibió con una temperatura gélida, apenas un grado. Imaginamos a Don Quijote y Sancho Panza desayunando con ahínco para combatir el frío antes de montar en sus respectivos rocines. El desayuno en el hotel, incluido en la reserva, nos dio la energía necesaria para afrontar la jornada. Con todo recogido y las motos cargadas, nos despedimos del Hotel Hidalgo Quijada rumbo a Consuegra.

Al salir de Alcázar de San Juan, nos topamos con un homenaje a una antigua máquina de tren. Enrique me contó que esta localidad fue antaño un importante nudo ferroviario, donde convergían diversas líneas que cruzaban España. Él mismo había pasado algunas horas en su estación durante su servicio militar, esperando ser recogido. Curiosamente, mi abuelo, que trabajaba en el mantenimiento de trenes de Renfe, también tenía una estrecha relación con Alcázar, ya que su hermano residía y trabajaba allí. Un dato curioso que entrelaza historias pasadas con nuestro presente viaje.

Consuegra: Donde los Gigantes se Multiplican

Tras unos kilómetros de autovía, llegamos a Consuegra.

Los molinos de viento que coronan el cerro Calderico de Consuegra, junto con los del Campo de Criptana, conforman uno de los paisajes más icónicos asociados al célebre episodio de Don Quijote luchando contra los gigantes. La gran cantidad de molinos que se alzan en este cerro refuerza la teoría de que Cervantes se inspiró en este lugar para la creación del capítulo VIII de la primera parte de su obra maestra.

En lo alto del mismo cerro se erige el castillo, de origen musulmán. Fue un punto estratégico crucial durante la Edad Media, especialmente en las contiendas entre cristianos y musulmanes, y posteriormente perteneció a la Orden de San Juan de Jerusalén, lo que le confirió una gran relevancia histórica.

«¡Oh memoria, enemiga mortal de mi descanso!» Primera Parte, Capítulo XXV de «Don Quijote de la Mancha»

Puerto Lápice: El Inicio de la Aventura

Comenzamos ahora sí nuestro retorno hacia el sur. La siguiente parada nos llevaría a Puerto Lápice.

En el corazón de La Mancha, Puerto Lápice se presenta como un cruce de caminos donde la realidad y la fantasía se entrelazan. Aquí, Don Quijote, impulsado por su delirio caballeresco, transformó una humilde venta en un castillo de ensueño, marcando el inicio de su andadura como caballero andante. Puerto Lápice, un pueblo real elevado a la ficción, es el escenario donde la locura del Quijote se convierte en aventura, un lugar donde la imaginación cabalga libre y la magia de Cervantes perdura.

Es precisamente la Venta Don Quijote, la que inspiró a Cervantes, la que aún se mantiene en pie como un lugar de peregrinación para los viajeros. Esta venta tematizada alberga una pequeña tienda de souvenirs junto a la parroquia de Nuestra Señora del Buen Consejo y San Antón. Era esta venta el objetivo de nuestra parada en este enclave, donde aprovechamos para disfrutar de un reconfortante café.

Unos metros antes de llegar a la venta, detuvimos nuestras motos en la Plaza de la Constitución para admirar su peculiar forma y decoración, que aún conservan ese aire de otra época.

«siguieron el camino del Puerto Lápice, porque allí decía don Quijote que no era posible dejar de hallarse muchas y diversas aventuras, por ser lugar muy pasajero» Primera Parte, Capítulo VIII de «Don Quijote de la Mancha»

Argamasilla de Alba: El Lugar de la Memoria

Nuestra aventura tras las huellas del Quijote llegaba a su fin, y qué mejor manera de concluirla que justo donde todo comenzó… «En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…«

Argamasilla de Alba es considerada por muchos como ese enigmático lugar del inicio de la novela. Esta teoría se sustenta en evidencias históricas y literarias. La tradición local y numerosos estudiosos coinciden en que Cervantes pudo haber tenido en mente esta localidad al dar inicio a su obra cumbre.

Un elemento clave en esta conexión es la Casa de Medrano. Según la tradición, Cervantes estuvo preso en esta casa, en una cueva subterránea, y fue allí donde comenzó a escribir «Don Quijote de la Mancha».

Así llegamos a esta población, buscando la cárcel donde supuestamente, en aquella época y con fama de recaudador de impuestos poco escrupuloso y mujeriego, Cervantes pasó una temporada encerrado en la Casa Medrano por malversación de fondos. Digamos que lo pillaron con las manos en la masa.

Visitamos la cueva, perfectamente restaurada, donde disfrutamos de una proyección de diez minutos que nos narró la historia del lugar y del ilustre y, según cuentan, pícaro escritor.

Lagunas de Ruidera: Un Epílogo Natural

Dejamos atrás Argamasilla de Alba y su aura quijotesca para adentrarnos en la ruta hacia las Lagunas de Ruidera. Nuestras motos devoraron kilómetros de asfalto, y a cada curva, el paisaje se revelaba en toda su magnitud: lagunas de aguas turquesas y el horizonte infinito de La Mancha. El viento en la cara, el aroma del monte bajo y la sinfonía de las curvas nos envolvieron en una experiencia única, un viaje donde la belleza natural y la libertad se fusionaron en un recuerdo imborrable.

Se acercaba la hora de comer y llegamos a Osa de Montiel, donde encontramos la cervecería El Rincón del Moreno. Allí dimos buena cuenta de unas viandas, un café y emprendimos el camino de vuelta a casa, prácticamente de un tirón. Un lugar muy recomendable para hacer una parada.

Y aquí concluye esta aventura que espero que hayas disfrutado, querido lector, tanto como nosotros al vivirla. La Mancha, más allá de molinos y ventas, es un territorio de historia, literatura y paisajes que invitan a ser explorados sobre dos ruedas. ¡Hasta la próxima ruta!

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