Camino de Leyenda: De Villas Medievales a Paisajes de Ensueño 4/4

Camino de Leyenda: De Villas Medievales a Paisajes de Ensueño 4/4

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¡Aquí termina nuestra épica travesía! Era el último aliento de este viaje antes de regresar a casa. Un tramo de tránsito que, aunque a priori no prometía grandes sorpresas, decidimos en la cena de la noche anterior exprimir hasta el último kilómetro para que la despedida no fuera tan abrupta.

El plan de ruta para este último día era sencillo y fiel a nuestro espíritu aventurero: evitar las impersonales autovías y seguir disfrutando de las carreteras nacionales y comarcales, aquellas que nos habían regalado tantas experiencias.

Tras un merecido desayuno en la cafetería del complejo, pusimos rumbo a Riópar. Aún nos aguardaba un puñado de kilómetros por esas largas rectas y amplias curvas que a veces se hacen eternas, antes de adentrarnos en el corazón del Parque Natural de Los Calares del Mundo y de la Sima, un espectáculo natural en plena efervescencia primaveral.

El parque nos recibió en todo su esplendor tras un año de generosas lluvias que habían vestido el paisaje de un verde intenso, impregnando el aire con el embriagador aroma del monte. El trazado serpenteante, con sus reviradas curvas, hizo el resto mientras ascendíamos el puerto de Las Crucetas hasta alcanzar Riópar. Este puerto, con sus altitudes que rondan los 1200 metros, ofrece unas vistas panorámicas espectaculares de la Sierra de Alcaraz, donde la vegetación de pino negral y sabina se aferra a las laderas rocosas.

En Riópar hicimos la parada técnica obligatoria en el icónico Hotel Los Bronces, un santuario para moteros de paso. Allí, un bocadillo contundente, regado con una cerveza bien fría, nos recompuso el ánimo para continuar la ruta.

La siguiente parada, dejando atrás Elche de la Sierra, fue nuestra primera inmersión histórico-cultural del día: el mirador de Amílcar Barca. Este punto estratégico rinde homenaje al famoso general cartaginés que, según la historiografía, pudo haber encontrado su final ahogado en las aguas del río Segura durante su campaña de conquista, tras ser emboscado por tribus íberas locales alrededor del año 228 a.C.

Tras las fotos de rigor y la lectura de los informativos paneles que narran la historia del lugar, nos dirigimos a nuestra segunda visita del día: Letur.

Letur

Letur no era un destino desconocido para ninguno de nosotros; una joya enclavada en la sierra, un lugar altamente recomendable por su encanto rural y sus paisajes montañosos. Sin embargo, la motivación principal de esta visita era comprobar el estado de recuperación del pueblo tras el devastador azote de la DANA de unos meses atrás, cuya furia arrasó con el corazón de su casco histórico.

Pero antes de presenciar la magnitud de la destrucción, hicimos una parada junto al impresionante acueducto de Letur, una obra de ingeniería relativamente reciente, construida en la década de 1930, que transporta el agua desde los canales del Taibilla. Su trazado y su historia son objeto de mi actual investigación para una futura ruta que explore estos fascinantes conductos de agua… pero esa es otra historia que ya tendrá su momento.

Una vez en Letur, pudimos constatar la terrible devastación causada por la riada. El centro del pueblo permanecía acordonado por las obras de restauración, así que realizamos una visita a pie por las zonas accesibles. Aunque pudimos comprobar que el proceso de recuperación avanzaba, las imágenes de las áreas arrasadas, que tanto vimos en televisión, nos dejaron sin palabras. Aún se podían observar las cicatrices de la furia del agua en fachadas, calles y plazas.

Aquí unos vídeos de la devastación:

Y aquí un vídeo de cómo nos encontramos la zona:

Afortunadamente, las obras de reconstrucción progresan a buen ritmo, y a pesar de la tragedia, recomiendo encarecidamente la visita a Letur. El comercio local y sus gentes necesitan más que nunca que se reactive la economía de la zona. Nosotros aportamos nuestro pequeño grano de arena.

Tras la emotiva visita, era hora de volver a la carretera. El viaje ya no tenía grandes sorpresas preparadas, solo la promesa de evitar las impersonales autovías. Salimos de Letur en dirección a Socovos, Calasparra y Mula, donde volvimos a esquivar la autovía para rodear las faldas de la majestuosa Sierra Espuña por la pintoresca carretera de Gebas hasta alcanzar Alhama de Murcia. Allí, sin más dilación, no hubo otra opción que tomar la autovía para cubrir los escasos cuarenta kilómetros que nos separaban de casa.

El viaje llegaba a su fin. 2.860 kilómetros recorridos en nueve intensos días de historia viva, legado arquitectónico fascinante, paisajes de ensueño que se grabarán en la memoria, largas rectas interminables que pusieron a prueba nuestra paciencia, la camaradería inigualable entre moteros y un sinfín de anécdotas que sin duda compartiré con mis futuros nietos.

Solo una sombra oscureció ligeramente esta increíble aventura: mi persistente dolor de espalda, que en este viaje alcanzó niveles superiores a cualquier otro, convirtiendo algunos días en una auténtica tortura, con la constante sensación de una mordida implacable. La recuperación está siendo lenta, pero en fin, son los «gajes del oficio», los años no perdonan, y me temo que tendré que tomar medidas serias para mitigar estas dolencias, fruto de las interminables horas frente al ordenador en mi día a día.

Hasta el próximo viaje… ¡la carretera nos espera!

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